Mastodónticas creaciones que no dejaron ni un resquicio a la imaginación, envueltas en fragancias comestibles provenientes de los múltiples puestos que cohabitan desordenadamente en su interior.
Lúgubres, siniestros y cochambrosos pasillos subterráneos que, a medida que son transitados en dirección a los andenes que de ellos surgen, van impregnando de romanticismo el viaje que estás a punto de emprender.
Sonido del trasegar de viajeros, de obsoleta megafonía,de paneles mecánicos informando de nuevas aventuras y de destartalados ingenios que, entre agudos y estridentes silbidos, por las vías van y vienen hacia quién sabe donde......
Llegó, vió....y compró billete
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